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Guayasamín: la visión indígena de Ecuador

Antes de mi primer viaje a Ecuador hace muchos años nunca había oído de Oswaldo Guayasamín. La verdad es que antes de oír hablar de él, lo vi. Plasmado en un póster que anunciaba un mega concierto que él mismo estaba organizando a beneficio de su proyecto La Capilla del Hombre en la ciudad de Quito aparecía uno de sus cuadros. Me impactó primero el uso de colores cálidos y puros y me sacudió la viveza, pasión y amor en ese retrato de la ternura maternal. Era esta pintura una declaración de amor hacia su madre, la que siempre le apoyó en su carrera de pintor (aunque su padre se oponía), pero también un homenaje a la madre tierra, a la defensa de la vida y de los Derechos Humanos.


Nunca llegué a visitar La Capilla del Hombre, ese museo que construyó para ser un templo del sol con 2.500 metros cuadrados de murales dedicado al habitante de Latinoamérica porque no se inauguró hasta el año 2002, pero sí fui al mega concierto que habría de ayudar en la financiación de tal proyecto. Yo fui una de las 50 mil personas que acudieron a 'Todas las voces, todas' que duró dos días y en el que participaron grandes voces de la canción española y latinoamericana.


Disfruté como nunca al ver en el mismo escenario figuras como Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Joaquín Sabina, Fito Paez o Mercedes Sosa, pero nunca olvidaré el 'Solo le pido a Dios' que León Gieco dedicó a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, a los hijos de los desaparecidos y también a la lucha de los indígenas y a los chicos de 18 años que murieron en la guerra entre Ecuador y Perú.


Esa era la voz del mismo Guayasamín, hijo de carpintero indígena quechua y madre mestiza, cuya sensibilidad para captar el sufrimiento de las clases oprimidas y sus raíces indígenas le convirtieron en uno de los pintores más apreciados por su manera de reflejar la vida cotidiana y la crueldad de una sociedad en la que prima la discriminación y la violencia, especialmente contra los pueblos indígenas.


Guayasamín fue un viajero incansable. En 1943 pasó siete meses en los Estados Unidos recorriendo distintos museos a fin de estudiar las obras de Goya y El Greco, entre otros maestros. A comienzos de la década de 1940 trabó amistad con Pablo Neruda y realizó un largo viaje por Chile, Perú, Argentina, Bolivia y Uruguay, durante el cual tomó apuntes para su gran serie Huacayñán ('El camino del llanto'), compuesta por más de cien telas que giran en torno a la temática del indígena, el negro y el mestizo en América.


Su colección 'La edad de la ira' de 1961 muestra las tragedias que marcaron dicha época, como los campos de concentración nazis, las dictaduras de América Latina, las bombas de Hiroshima y Nagasaki y la invasión de Playa Girón en Cuba, entre otros sucesos.


El cuadro que vi cuando llegué a Quito por primera vez se llama 'La ternura' y pertenece a la serie que empezó en los años 80 titulada 'Mientras viva siempre te recuerdo'. Esta serie lo marcó por ser su estilo único y por ser el pintor de los oprimidos.


Algún día volveré a Ecuador a visitar sus cenizas en La Capilla del Hombre. Mientras tanto, mi alma viajera reposa un instante antes de tomar vuelo en el aeropuerto de Madrid donde se halla uno de sus murales. Una obra que Guayasamín quiso que fuera 'una llamada a la unidad entrañable entre Hispanoamérica y España' y que para mí representa mi vínculo con mi queridísimo país andino.


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